Fue como un vuelco en mi interior. Tuve la sensación de que era absorvido por la silla donde me encontraba sentado. Un total abatimiento recorrió mi cuerpo y mi alma. El mundo se abría a mis pies y me hundía en él. Por unos momentos, pensé que aquello era una pesadilla, pero era sólo el principio.
- A ver doctor, ¿qué quiere decir con eso?
- Que tiene un tumor my avanzado y no hay nada que hacer, lo tienes extendido a varias partes vistales del cuerpo y no hay intervención alguna, ni terapia que pueda solucionar o al menos atajar la enfermedad.
- Pero, ...
- Además, los niveles de hematocritos que indican este análisis indica que tiene una gran pérdida de sangre, probablemente necesite con urgencia una transfusión.
Desde aquel momento todo fue vertiginoso. Una especie de pesadilla se había plantado ante mí, confundiéndose con la realidad.
El doctor me dejo y se dirigió a la sala donde mi padre espera la oscultación del médico.
Tras unos breves instantes volvió a salir.
- Bien, lo mejor sería que lo llevasen a urgencias para que le pusiesen sangre; está muy débil.
Como en urgencias hay siempre muchos pacientes y este caso es urgente, les facilitaré un pequeño informe para que lo entreguen al llegar y agilice algo las cosas.
Después de agradecer el escrito y su atención en la consulta salimos del despacho del doctor y nos fuímos a recoger a mi madre y a Maricarmen.
Les dije que se esperaran abajo en el portal, que bajaran tranquilamente, mientras yo me adelantaba a recoger el coche que había dejado en un aparcamiento público.
De camino, cogí el teléfono y llamé a mi hermana. Le conté lo que había ocurrido y que mi padre estaba muy grave, que tenía cancer y no tenía solución según me había confesado el médico que lo había atendido. Un fuerte dolor se cogió al pecho, al alma, la cabeza estallaba, los ojos se derretían en rios salobres que luchaba por retener, pero que desobedecían. La tormenta había comenzado. Esas eras sus primeras consecuencias y no las más graves.
Cuando volví con el coche subieron todos y les dije que teníamos que ir inmediatamente al hospital, que mi padre tenía una fuerte anemia y el doctor había recomendado que lo hicieramos así.
De camino hacia urgencias, entre frases escondidas y pistas ligeras, traté de comunicar a mi madre y, sobre todo, a Maricarmen, que era lo que mi padre padecía, y cuál era el pronóstico que el médico me había dado.
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